Para esquivar al insomnio
y no hilvanar o destejer poemas,
trepé en el tren de la noche.
Viajé por el país de las tinieblas.
Y agucé la mirada para grabar en mi memoria, los
atributos del paisaje que se esconden entre las sombras.
Pícaro viento batía sus alas sobre las ramas de los
árboles. Ceniza de plata de las estrellas, destellaba sobre las hojas donde
dormía el polen de millones de pensamientos.
En éxtasis, observé los tramos donde retozaban
luciérnagas, los vericuetos en que se desgarra el silencio con el cantar de los
grillos… Escuché ecos sin nombre, percibí el húmedo concierto del rocío
arrullando a la naturaleza.
Fantástico resultó el recorrido. Siendo mis guías los
morenos ojos de la noche, gocé la magia de sus guiños y en sus redondas pupilas
descubrí algunos de sus secretos. Además, tuve un buen motivo para llegar hasta
donde concluye: Ver cómo brota un nuevo día.
Clareando, me apeé del vagón. El alba rayaba el horizonte
con su brocha de rubores. Desde lo más alto de la bóveda azul, el radiante sol
saludada a la humanidad con una brazada de su calidez, con hebras de luz… Con
sonrisas de vida.
ISABEL.
28/08/16
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