domingo, 20 de enero de 2013

Obstinado gorrión

Un humilde gorrión vuela en torno a la flor que lo tiene hechizado. Pretende acariciar sus nacarados pétalos, sueña con robarle el corazón en el primer beso y mimarla con sus gorjeos, pero la tierna florecita ni siquiera repara en su presencia. Ella sólo observa el horizonte y suspira; quizás imagina que el astro rey le dedica su seductora sonrisa.

 — ¡Ah, querido sol  -exclama mi amigo alado-, qué afortunado eres! Sabrá Dios cuántas beldades como mi rosa, a diario te mirarán embelesadas.Yo en este instante quisiera ser tú, para recibir la caricia de sus ojos y así cantar de regocijo. “

Y revolotea por el vasto jardín rozando sutilmente con sus alas a las malvas, a las campanillas y a los girasoles, como ensayando acrobacias que lo distingan… y logren llamar la atención de su amada.

— ¡Ay, gorrioncillo apasionado...! Tú y yo, en algo nos parecemos: Somos obstinados. Te he visto cómo al caer la tarde, te vas tan ligero como llegaste, pero vuelves a la mañana siguiente, con la ilusión renovada y resuelto a conquistar lo que tu corazón anhela.  Porque no hay manera de explicarle a ese necio, que quizás es pérdida de tiempo, el dedicado a cumplir su demanda. En cuanto a los ojos, ¿cómo se les sugiere que en vez de afanarse en mirar lo que se les niega, echen ojeada a nuevos horizontes?

Yo me pregunto: ¿Por qué la esperanza no se desvanece… ante lo improbable?

ISABEL
20/01/13

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