jueves, 12 de junio de 2025

Con el sabor de mi sueño

La noche de anoche, me soñé en esta casa con don Alex, mi compañero, con mis tres hijos (entonces pequeños) y con Sócrates, nuestro perro.
 
Desperté con el sabor agridulce de mi sueño y con fuerte dolor de ausencias, dolor que conozco bien y que sólo el “analgésico” de la escritura, me tranquiliza. Así que, escribo… Y recuerdo.
 
Recuerdo aquellos tiempos. Yo, era aún joven y animosa. Estaba casada con un hombre bueno, honesto, culto, enfermo y pobre, de pobreza casi franciscana. Pero la escasez de dinero no apagó mi deseo de ser buena esposa, una ama de casa bien administrada. Y la mejor de las madres.
 
Por supuesto, tenía mi lista de  propósitos personales. Quedaron en el tintero. Primero había que atender a mi familia. Y mantener aseada esta casa que habitamos en obra negra, esa tarea  me agotaba. Aun así, sabía lo afortunados que éramos de tener vivienda propia.  Dejar de pagar renta nos beneficiaba a todos..
 
Bueno… Lo anterior, es historia vieja. La nueva comenzó al faltar mi marido. Luego, los hijos fueron tomando las riendas de sus vidas y llegó la soledad a mi morada. Aclaro: No me asusta vivir sola.
 
La casa ha envejecido conmigo, pero sigue en pie, ofreciéndome su abrigo y ecos de risas, de juegos, de pasos, de apapachos… Y de la esencia de lo ya vivido. Cada uno de sus rincones guarda historias y susurros de los buenos momentos, de cuando la disfrutaba la familia completa, de cuando éramos un puñito de amor. Ahora, en la quietud de sus muros encuentro la fortaleza para seguir, con gratitud, por lo aprendido y curiosidad, por lo que pueda aprender mañana.
 
ISABEL
12/06/25

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