Ayer recordamos nuestro amor.
Revivimos el momento en que se presentó
y cómo logramos atraparlo.
Fue milagrosa su presencia.
Cautivados por su esplendor,
nos hicimos adictos a su lenguaje
y vibramos con su euforia.
Su encanto estimuló nuestras vidas.
Tan bello vislumbramos el porvenir,
que entre su celaje edificamos un alcázar
para proteger nuestros sueños y promesas.
Pero se presentó una tormenta
y derribó nuestro castillo…
Quedó flotando en el aire
sólo un abrumado recuerdo.
Del desenlace no acusemos a la suerte;
tampoco a la borrasca.
No hay culpables…
y la experiencia resultó maravillosa.
Además, nos deja esta enseñanza:
Los amores complejos, son efímeros.
Los destruye cualquier ventarrón del alma.
ISABEL
06/10/10
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