El hombre nace del humilde
polvo.
Crece y decrece respirando
polvo.
Todo cuanto hace se
convierte en polvo
y hasta sus sueños no son
más que polvo.
Pasa su vida en caminos de
polvo.
Sus triunfos, sus glorias, sólo son polvo
y humo del fuego que cesa
en el polvo.
Cenizas son sus huellas,
fino polvo.
Con tenaz ahínco barre su
polvo
imaginándose roca y no polvo,
mas su destino va
enmarcado en polvo.
Resulta injusto luchar
contra el polvo,
ya que al llegar a la
tumba es el polvo
quien cubre amoroso al
yacente polvo.
ISABEL
26/08/12
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