Entre soplos de invierno y portando con galanura túnica de escarcha, ha llegado a mi tierra la temporada navideña. Causa alegría volver a abrazarla con pensamientos y acciones de cariño solidario.
Me atrapó con su magia. Asida a su mano elevo suspiros al cielo y canto feliz. Siento que vuelvo a ser niña y obsequio abrazos, besos, sonrisas, palabras de esperanza, miradas de amor…
…Y como chiquilla fantasiosa revisto mi hogar de oropel; con brillos rojo y verde, con guirnaldas y flores de Nochebuena. Dan realce esferas sonrosadas y luces, al pequeño árbol navideño que he puesto en la sala, junto al pesebre que aguarda al Niño Jesús…
… Observo cómo va quedando “mi obra de arte” e inhalo el olor a pino, que al igual que el del dulzón y humeante ponche, me hace evocar pasadas navidades. Así, embelesada, rememoro a mi familia y a mis amistades. ¡Ay!, cómo quisiera poder juntarlos a todos alrededor de mi mesa en Nochebuena, para compartir la cena, para brindar por el amor y por la paz en la tierra... Para unidos recordar el nacimiento de Jesucristo en Belén. ¿Puede el pensamiento complacer los buenos deseos? Quiero creer que sí, que eso es posible cuando se abren mente y corazón.
Amigas, amigos: Los imagino tan cerca, que tengo la sensación de que los estoy abrazando. Los amo y deseo que gocen de felicidad, en esta Navidad y en el 2011.
¡Bienvenido el espíritu navideño!
ISABEL.
14/12/2010.