Morelia ya respira el otoño. Un halo de tonos ocre y rojizos abraza su cantera rosa, un resplandor dorado dibuja el sol en su lento declive, como una dulce caricia a la arquitectura.
Me detengo a contemplar la luz multicolor del atardecer que se filtra entre las hojas de los árboles, justo antes de su caída. Luego me regalo el placer de caminar sobre ellas, de aspirar su aroma a musgo y tierra, y de oír su crujir sensual bajo mis pies. O a merced del viento, que las levanta en remolinos fugaces, danzando una vieja melodía de nostalgia.
Evoco un otoño de mi juventud, aquel donde la cita de amor en el Bosque Cuauhtémoc, culminó con un beso furtivo entre espirales de hojas color miel. Hoy, la serenidad me basta; me conformo con el simple placer de sentirlas bajo mis pasos.
La estación otoñal palpita en Morelia con una calma profunda. La vida se desnuda, sí, pero lo hace con la promesa de volver majestuosa. Mientras la primavera llega, nos regala crepúsculos de ensueño y un aire enamorado que nos invita a suspirar. El otoño, en esta ciudad de cantera, no es el final, sino la pausa más bella de la espera.
29/10/25
No hay comentarios:
Publicar un comentario