Cuando vi nacer el nuevo día con sus mejillas encendidas, sentí que una brisa juguetona retiraba la nube que enturbiaba mi empeño. También sentí que el alegre gorjeo de las aves en su revuelo por el paisaje, le inyectaba unas gotas de alegría a mi agobiado corazón, pues ahora late animoso, y esto es lo que me dice:
—Hoy el sol luce una guirnalda de flores en el cuello. Nuevas rosas abrirán sus pétalos para deleite de los ojos, para aromar los sueños y acariciar el alma.
Salgamos, Isabel, ¡levántate! El sendero reclama el crujir de tus zapatos y el vaivén de tus pasos. Vamos a caminar, a que sientas la caricia del viento de otoño al alborotar tu cabello y peinarlo con la gracia sutil de sus manos.
Y deshazte de los lamentos. El ayer se ha desvanecido como la niebla matutina. La vida recién comienza. Vívela como el amor que florece. ¡Con alegría!
08/10/25
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