—del eucalipto y la buganvilia—,
aguarda a que el viento con su fuerza
de audaz torbellino la levante
para bailar y a gozar con él,
el vals de este otoño fascinante.
Volar, flotar como alegre mota.
Bailar rodando sin cortapisas
llevada por el rey de los aires
en movimientos de desenfrenes,
y entre sus mágicos espirales
vivir la emoción de sus vaivenes.
Bailar, estallar. Sin pies, sin alas.
Sería fascinante saber
si el vals es laurel de los caídos
que resurgirán en primavera,
o es la ilusión de yacer felices,
después de danzar... de tal manera.
ISABEL
15/10/16
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