con el mismo ímpetu de los mares
que entre oleajes y entre cantares,
bañan sus arenales eternos.
Así acariciamos nuestro amor.
Jamás pensamos declinaría
por rutina o por melancolía.
Lo despedimos con estupor.
No hubo sollozos en el adiós,
mi cielo disimuló su pena.
Las estrellas y la luna llena
nos iluminaron a los dos.
ISABEL.
06/11/15
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