lunes, 27 de julio de 2015

Aquel adiós indefinido.

A su regreso (puesto que iba y volvía, como Juan por su casa), no disimulé mi disgusto ni contuve el llanto. Derramando lágrimas negras grité y reclamé al cielo hasta por el dolor ajeno 
.
Cuando logré serenarme, ya no maldije; y decidí poner en práctica, lo que la razón me aconsejaba siempre que regresaba: que abandonara el papel de mártir que tan mal me va, poniéndole un hasta aquí, a sus molestas idas y vueltas.

Sí. Esta vez decidí sacarlo de mi vida y para siempre.

Tan pronto como se pudo consulté a mi dentista, quien con sus diestras manos me liberó de ese perverso huésped que reaparecía sólo para mortificarme.

ISABEL
27/07/15

No hay comentarios: