Y se desliza con sigilo sobre mis mejillas
en respeto tal vez, a mi mutismo.
Penetrante es la sal de su humedad;
y en la hondonada de mi alma se asienta
avivando la llaga que dejó tu partida.
Mi corazón,
aún palpita el ansia del adiós.
Está obstinado en percibirte a mi lado
y te dibuja en su delirio de rozarte,
pues duda que te hayas ido...
Para siempre.
Hoy mis ojos se desahogan;
mojan tu recuerdo con ternura,
mientras mis labios te bendicen
y elevan al cielo oraciones…
De amor eterno.
Mamá: Te extraño mucho.
ISABEL.
06/02/14
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