qué desconsuelo.
El llanto y el dolor
riegan el suelo.
Los suspiros de amor
se van al cielo,
a disipar su ardor.
Y yo con la agonía
de un hondo sueño,
refreno mi osadía
y desempeño.
Qué angustia, qué estupor.
Mi alma está en duelo.
Pierde aroma la flor,
el ave... vuelo.
Y mi alma con pudor
clama un consuelo:
¡Tu sonrisa, Señor!
ISABEL.
04/12/11
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