viernes, 9 de diciembre de 2011

Cielo mío

Tu última carta es del 14 de febrero pasado y no sé cómo he podido estar tanto tiempo sin escribirte.

Mi disculpa es tener el Celular a la mano, pues de inmediato me pone en comunicación contigo y oír tu voz, es tan bello como escuchar una sinfonía, por eso se me hizo costumbre llamarte. No obstante, las palabras escritas dicen más que las que se pronuncian. Yo leo y releo tus cartas y siempre encuentro en sus líneas alguna intención oculta que no descubrí en la primera lectura... y de esta forma siento que me abrazas.

Cuánto, cuánto tiempo hace que no nos vemos. El año va en su fase final y de  los anhelos que expresamos a su comienzo, ¿cuáles se nos cumplieron? Tal vez ninguno, pero será lindo que sigamos soñando en realizar cosas.

Ayer pasé debajo de aquellos balconcillos que tan románticos nos parecían. ¿Los recuerdas? Ahora lucen sombríos. El tiempo quizá les marcó su huella. Fue mi percepción al evocar que fueron testigos de nuestro cariño.

Te cuento que el Centro Histórico de nuestra ciudad lo han vestido de lujo. Está adornado con miles de figuras y luces que van  con la temporada. Estos detalles destacan el encanto de sus edificios de cantera rosa, de sus fuentes y jardines. Yo miro todo extasiada. Ah, si tú los miraras pensarías igual que yo. Parece postal navideña.

Amo Morelia y el recuerdo de cuando tú y yo caminábamos de la mano por su Calle Real y por sus portales. Cuando nos sentábamos en alguna de sus arboladas plazas a disfrutar del apacible ambiente y del trinar de las aves, a la vez que platicábamos y veíamos el pasar de la gente. ¡Qué bellos tiempos aquellos!

Cariño, son ya las dos de la mañana y el sueño me está venciendo. Pondré esta carta en su sobre para enviártela temprano. Ahora quiero soñar contigo.

Isabel.
09/12/11

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