para no maltratar las rosas,
que sus pétalos de satén
envanecen a las hermosas.
Y cuida de no lastimarlas
al cortar sus tallos y espinas.
Sé como la brisa y mimadlas,
con manos hábiles y finas.
Ay, las flores, querido mío,
tienen el corazón sensible.
De pena mueren con el frío.
Las conforta el sol apacible.
Algo similar me sucede
y lo mencioné en su momento,
mi pobre alma vivir no puede
sin tu calor y tu contento.
Amor, quédate aquí, conmigo,
la rosaleda es mi morada.
Hagamos al cielo testigo,
de nuestra pasión... desbordada.
ISABEL
01/02/11.
1 comentario:
Hola Isabel.-Este poema queque has escrito, lo vi nada más ponerlo tu en el blog y lo he encontrado precioso y muy sentido.
Estaba deseoso de verlo en Isabráis. Te felicito.
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