Mi llanto sin avaricia
cae en mi libro de antaño.
Y su caudal no hace daño...
Resbala como caricia.
Acaricia mi niñez
su recuerdo, su alegría.
Su aroma que, oh ironía,
se esfumó con rapidez.
Escurre en mis años mozos,
en su suave olor a idilio;
en el eco y domicilio
de caricias y de gozos.
Y a mi adultez inmadura
de aciertos y de reveces.
Aquella que muchas veces
dio su fruto con ternura,
mi llanto vierte su beso.
Su lagrimón desemboca
en mis labios, en mi boca
sellando así su proceso.
ISABEL
24/05/19