Conozco un espléndido río que
a su paso atrapa hábilmente, risas, suspiros, miradas curiosas. No escapan a
sus oídos los gorjeos de las aves, los ecos que levanta el aire… Y con todo eso
y más, se desliza canturreando.
— ¿Qué canta?
Canta al manantial de amor, la dicha que derrama su corazón. Su diáfana voz alaba la hermosura de la vida, de la
libertad.
— ¿Me invitas a conocerlo?
Desde luego. Admirarás su
brío, te maravillarás con la pureza de sus fuentes brotantes y con los verdes de
su entorno. Además, beberemos su canto, respiraremos los aromas de su poesía... Y el furor de ese embeleso correrá por nuestras venas.
—Mis sentidos están
impacientes sólo imaginando el cantar de ese río y su santuario. Vamos de
inmediato... ¡Vamos!
ISABEL.
05/02/17
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