Anoche, al no lograr dormir, inconscientemente comencé a desvariar. Sentí que en un santiamén se
borraban nuestras contrariedades y te tenía de nuevo frente a mí.
Complacida, te miraba… y bebí del melado café de tus ojos. Tú, alargaste las manos para estrechar las mías, y después nos
abrazamos felices entre las penumbras de la llama del desvelo.
En ese lapso fantasioso compartimos sin desfallecer, trémulas
caricias. El inmutable canto de las horas ahogó nuestros suspiros, como
en antaño.
Con las primeras luces del alba se desactivó la linterna de mi imaginación enloquecida. Recuperé la cordura, la poca que me queda y que sutilmente arrinconara el insomnio provocando que te pensara, cuando —podrás creerlo o no—, ya no te quiero.
Estoy aprendiendo a olvidarte.
ISABEL.
26/03/16