Un soplo del viento de la tarde,
divertido sacudía tus pétalos.
Tu juncal talle de diosa.
jugueteaba con las nubes
tiñendo su candor
del color de las sombras.
Del juego, surgió la caricia,
y de la caricia
el beso que robusteciera
su regocijo y su canto.
Y asomó la lluvia.
Acopló sus notas a las del viento,
y cantaron y bailaron para ti,
inmaculada diva de las flores.
Amada Rosa Blanca.
ISABEL.
09/08/13
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