En mi ciudad, el silente otoño exhibe su magia. Transita regio con su vestimenta de tonos ocres y oro… Con cielo
despejado, y el aire que travieso mece los árboles y les desprende sus hojas
maduras.
Es seductor su encanto. Me invita
a caminar sin prisas sobre la alfombra de hojarasca que exhibe con desenfado.
Mis pasos por ella producen placentero crujido… Me deleito en escucharlo
y al mismo tiempo, inhalo el aroma que predomina en el ambiente. Es penetrante ese áspero olor de hojas secas… Me
atrae, se me mete hasta el alma y allí remueve, busca y encuentra los añorados
recuerdos.
Alejandro: Hoy mi mente revive la escena de aquella tardecita en que desde
un balcón del Palacio de las Artesanías, tú y yo contemplamos extasiados la
puesta de sol más bella de las que habíamos observado. Como cámara fotográfica,
nuestras pupilas retuvieron esa estampa irrepetible.
Nunca olvidaré aquel otoño sosegado que nos brindó el canto del viento para
que arrulláramos al amor que recién brotaba en nuestros corazones. Después, los entretiempos en su paso fueron
presurosos, pero pudieron constatar que
atrapamos la felicidad, que ella reinó en nuestro vivir, hasta que emigraste a la
lejana estrella que ahora iluminas. Hoy
le pido a la brisa que llegue a ti y te roce con mis caricias. Que te susurre
al oído lo mucho que te quiero y la falta que me hacen tu ternura, tus abrazos
profundos, tu mano amiga.
Amor, mi ángel protector: Tu
recuerdo y el perfume del otoño, me incitaron a escribir esto que es como el suspiro
de mi hondo sentir. Te besa a la distancia, tu Suimei.
08/11/09
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