Mi blog isabeleando, guarda un papelerío incómodo: mis
primeros versos. Los llamo “verdes” no por su frescura, sino porque les faltó
madurar. Son poemas que quisieron emocionar, pero resultan absurdos; balbucean
incongruencias, como si los hubiera escrito una demente. Bueno… estoy un poquito
loca, pero aun así, los considero bobos. Como que pretendieron la miel antes de
ser fruto, apresurando una metáfora que el tiempo no les había concedido. Al
releerlos, me he encontrado con mi yo de entonces, con la torpe soñadora que
buscaba un ritmo, sin conocer la cadencia de la tonada.
Sin embargo, decidí conservarlos como borradores; como el mapa más fiel de las etapas internas que me han sacudido. Son las huellas
dactilares de una sensibilidad manifiesta desde sus inicios.
Y bien, continúo siendo aprendiz de poeta. Quizá porque
solo escribo para ordenar mi caos interior y para distraer la soledad que vivo.
Pero si mis palabras lograran despuntar, deseo que sean mis hijos quienes, al leerlas,
puedan entender las melodías desiguales que mi corazón ha canturreado. En mis
versos bisoños encontrarán el comienzo, la semillita obstinada que pudo haber
esperado su momento para no brotar incómoda, pero, total, como dice un refrán: nadie
nace sabiendo.
¡Ah! Hijitos queridos: espero que miren mi remedo poético con benevolencia.
Es el resultado de mi terquedad y del placer que siento al escribir. No el arte
que manejaba tan bien su padre.
ISABEL
23/11/25