ayer casualmente
en el cruce de una calle,
nos volvimos a encontrar.
Él me miró anhelante
y yo... con íntimo gozo,
como quien ve en una fotografía
a alguien que alguna vez fulguró
en el cielo de su vida.
Nada hicimos por acercarnos.
El saludo fue con la mano en alto
y ambos apresuramos el paso.
Eso fue todo.
En cuestión de segundos
nos perdimos nuevamente.
Después, aún emocionada,
con el pensamiento le di
un entrañable abrazo
y el tan añorado beso
en el poema de sus labios.
ISABEL
10/03/19
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