Admito que siento besarlo al recordar el alba y el ocaso
de nuestro tiempo. Que puedo imaginar su cuerpo junto al mío y estallar de
pasión evocando sus caricias, ya que lo sueño febril, seductor y tan mío.
Pero, amargamente me digo:
—Vivo sin vivir en el laberinto de su silencio.
Y no, no me conformo con su latido dentro de la memoria
de todo lo que de él amé. Lo quiero palpable, lo quiero conmigo.
Qué difícil me es aceptar su ausencia. Resulta menos complicado creer, que la vida es sólo un sueño.
ISABEL
22/12/18
No hay comentarios:
Publicar un comentario