Hoy te recuerdo y quiero decirte cómo viví tu espera.
Porque igual que todo el mundo supe que por aquí pasarías, y no precisamente en
plan de turista.
Iba a conocerte. Crecía mi ansiedad imaginando lo que nos costaría tu visita en lágrimas y destrozos, pues los medios de comunicación pregonaron hasta el hartazgo tu mal genio, tu rudeza.
Llegaste hace poco, al anochecer. Y para mi sorpresa de modo tranquilo, o al desgano.
Primero, percibí tus tupidos goteos humedeciendo apenas
un poco más que el rocío del otoño al paisaje. Después, tus soplos de lluvia
prolongada, tus lánguidos y agitados
nubarrones que quizás intentaban esconder la trillada letanía que manchara tu
reputación con alguna artimaña.
Para entonces, yo bendecía tu naturaleza, tu voz de
lágrimas y vientos, tu avergonzada presencia de tormenta tropical que, sin
deberla ni temerla, las malas lenguas habían señalado como el más feroz de los
huracanes.
Ahora… Ahora eres historia.
ISABEl
ISABEl
28/10/15