La risueña mañana de ayer me invitó a que
atisbara el zafiro de su cielo. A placer observé la algarabía de las aves, el batir de sus alas
desplazándose entre gorjeos para pregonar a los cuatro vientos, sus cariños,
sus afanes de vida, y su pasión: La Libertad.
Aprecié, el halo luminoso del Sol. Y entre varias nubes,
distinguí una redondita y algodonada, en la que mi imaginación trepó y viajó con
regocijo de niña, por esa magna región donde el aire canta y los sueños se
convierten en luceros. Después, al
descender de ella, pensé: ¡Qué esponjosa y qué blanca es esta peregrina alfombra!
Tan blanca, como la cal,
como la leche,
la nieve,
el cisne y la sal.
Sin embargo,
más blanca que esa nube,
que la cal,
la leche,
la nieve,
el cisne y la sal,
resulta ella,
únicamente ella:
¡Mi rosa del alba!
ISABEL.
05/06/14
No hay comentarios:
Publicar un comentario