Ayer saludé al mar. Lo vi más
hermoso, más picante y alegre. Las olas
canturreaban mientras se movían con serpentina y sensual cadencia.. El correr de la brisa esta vez lanzaba suspiros dignos de prolongado aplauso.
Hoy me pregunto: ¿Qué ocurrió
o qué produjo ese gozo colectivo? ¿Será que acababan de descubrir el diáfano
color de mi ilusión relatado por las arenas de sus playas? ¿O quizá fueron testigos del reencuentro de
dos amantes que se extrañaban? Algo de eso pudo ser…
¡Ah, cómo me gusta figurarme
cosas! Así he supuesto que es obra de mi pasión, ese plural regocijo marino.
Pero…
Pero sólo Dios conoce las razones que se atesoran en lo
insondable. Sólo Dios.
ISABEL
08/05/13
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