Ha enmudecido la brisa.
Aquí en mi habitación, también se agranda el silencio y mi pensamiento vaga en
la quieta penumbra buscando un recuerdo, ese que regularmente lo acompaña en
las largas horas de insomnio.
Mi cuerpo se estremece al
darme vuelta en la cama. Abrazo con ímpetu la almohada, cierro los ojos y
mientras logro atrapar el sueño, dirijo una pequeña plegaria a mi Dios:
Protégelo, Señor,
te lo suplico.
Que él, donde ahora esté,
viva tranquilo
sin tristezas ni
inviernos.
Que nada altere
o le robe su sueño.
Que en paz descanse.
Amén.
ISABEL.
16/01/12.
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