Amor, te confieso que ayer por vez primera, no me sentí
con ánimos para escribir en nuestro cuaderno.
Aturdida y agotada, decidí darle vuelta a
la hoja, pero al colocar su separador para cerrarlo, sospeché que el corazón me
hacía reproches, pues palpitaba con enfado.
Reaccioné conmovida. Me puse carmín sobre los labios, luego cubrí y rubriqué con besos esa página del álbum de nuestras
memorias que iba a dejar en blanco.
Ayer, en mi desánimo experimenté y aprendí, algo
sumamente interesante. Que cuando las palabras no fluyan en mi mente para
señalar que aún te amo, que es imposible olvidarte, debo atender lo que sugiere
la voz de mis latidos.
Siempre tuya, Suimei.
ISABEL
28/05/16