Más veces de las que pudiera contar, he sentido hambre.
Pero no de comer o de amar, tampoco de sueños. Es un ansia de querer gritar a
todo pulmón: por favor, ya no me pregunten ni me cuestionen... no sé nada.
¡Basta!
Sí. Son numerosas las veces que he frenado las ganas de
pedir que no me quieran con la sensación de asfixia de ser necesaria,y solicitar que no me busquen, que no me extrañen.
Ah, cuánto he anhelado hartarme de indolencia y evadir
sin sentimiento de culpa, los compromisos que impone el deber moral. Y apagar
esta obsesiva ansiedad que me amarra cuando lo que deseo es caminar ligera,
despreocupada, complacida, aunque deba disimular mis emociones. Ya que de
superar dificultades, sólo yo seré la autora intelectual de mis futuras congojas
o la dueña absoluta de mi entusiasmo.
Confieso que muchísimas veces he sentido hambre. Hambre
insaciable de libertad.
ISABEL
08/08/11
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