Llegó la noche. Desde el comienzo de su recorrido percibí
en el ambiente el aroma de unos versos endulzados entre sorbos de café, y ecos
del pasado que rompían el silencio.
Mi musa, feliz y en su elemento, me hizo este comentario:
“En la oscuridad brilla la nostalgia y palpitan momentos increíbles; el desvelo
atrae las palabras lindas que tu pluma y mi voz necesitan, para que nazca la
poesía que ama pasear por el universo de las sombras”.
La escuché sin chistar, su comentario esta vez no avivó
mi entusiasmo. Después de un par de noches de coquetear con el insomnio, no
deseaba perderme en unos versos, sino entre las sábanas. Mi alma fatigada
clamaba por el sueño, no por la inspiración. Necesitaba dormir.
Pero de pronto, justo cuando la frustración del desvelo
se rendía, una súbita punzada de nostalgia me impulsó hacia la caja donde
descansan mis álbumes de fotografías. Los saqué de su sitio, y al abrirlos, los
revisé.
En esas fotos brotaron instantes de adiós, sonrisas de
encuentros, Navidades en familia. Mi corazón se emocionó al contemplar
rostros amados en tiempos lejanos: mis padres, mis hermanos, don Alex, mi
esposo, nuestros hijos… y yo con el correr de los años, desde mi niñez, hasta en la edad madura. Esa dulce
pena se transformó en la poesía silenciosa que la musa buscaba y me mantuvo en
vela, absorta. El sueño huyó nuevamente
Ya amanece. El sol adorna el horizonte con pinceladas oro
y granate. El aire fresco de la alborada me reanima. El desvelo se fue muy de
mañana, tal vez la musa se lo llevó consigo, dejando en su lugar la calma y el
recuerdo.
ISABEL
22/10/25