Ella se cree una de tantas riveras
del profundo río del destino
que impulsa a las almas.
Al borde de su cauce labra ilusiones
y en poemas llanos, traza ensueños,
ya que soñar anima su existencia.
Así sus ojos brillan esperanzados
y sus labios recuerdan un nombre
y la miel de su promesa.
Ella canta al paso de sus aguas
y libera ante el aire distante,
una bandada de ágiles suspiros.
Y reza para que él vuelva a sus orillas
antes de que cese su impulso…
Antes que no quede ni gota de su savia.
ISABEL
20/01/18